C. S. Lewis es un presentador moderno de este argumento. En esencia, apunta a la existencia de verdades morales universales que parecen estar impresas en la fibra de todo ser humano, sin importar raza o cultura, a lo largo de la toda la historia.
En su libro Cristianismo… y nada más, Lewis dice: “Mi argumento en contra de Dios era que el universo parecía demasiado cruel e injusto. Pero ¿de dónde había recibido yo la idea de lo justo y lo injusto? Un hombre no considera torcida una raya a menos que tenga alguna idea de lo que es una línea recta. ¿Con qué estaba yo comparando este universo cuando lo consideraba injusto?”
Si bien hay algunas diferencias en lo que algunas culturas valoran como correcto e incorrecto, desde los primeros tiempos cada sociedad ha tenido una idea innata del orden y de la justicia.
Por ejemplo, aunque las sociedades han diferido en las reglas concretas respecto al asesinato y al sexo, todas han elaborado leyes para impedir el asesinato y para que el sexo no se practique con cualquier personas en cualquier momento.
¿De dónde vinieron estas pautas? ¿Fue por un proceso de evolución, como algunos científicos hoy quieren sostener? Si así fuera, ¿qué determina que la moral de una persona sea mejor que la de cualquier otra? Si la moralidad no se mide en relación con un código divino, ¿cómo se supone que sabremos cuál es el conjunto correcto de valores morales?
Esta moral inherente es otra de las claves de la existencia de Dios.