La salvación personal es importante porque sin ella no puedes convertirte en hijo de Dios ni recibir la vida eterna.
Sin duda también hace una diferencia enorme en tu vida cotidiana. Habiendo sido salvado (nacido de nuevo) te conviertes en hijo de Dios y ahora vives una nueva vida consagrada a él. Tienes en ti el poder necesario para vencer la tentación y el pecado y para vivir una vida que agrade a Dios. También tienes un nuevo destino: el cielo.