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¿Hasta qué punto es confiable y exacta la Biblia que tenemos hoy?

Cientos de años de cuidadosa investigación nos han mostrado que los documentos de la Biblia son auténticos, precisos, y confiables. Todavía existen manuscritos del Antiguo Testamento que se remontan hasta el 250 a. C., encontrados entre los rollos del Mar Muerto descubiertos en 1947.

La cantidad de manuscritos del Nuevo Testamento no tiene paralelo alguno en la literatura antigua. Hay más de 5.000 manuscritos griegos, alrededor de 8.000 manuscritos latinos, y otros 1.000 manuscritos en otros idiomas (siriaco, copto, etc). Además de este número extraordinario, hay miles de citas de pasajes del Nuevo Testamento en los escritos de los primeros padres de la iglesia.

En contraste, la cantidad típica de manuscritos existentes de cualquiera de las obras de autores griegos o latinos, tales como Platón, Aristóteles, César, o Tácito, va de 1 a 20.

Para la mayoría de los libros del Nuevo Testamento, el tiempo transcurrido entre la fecha de escritura y nuestros manuscritos más antiguos es menor a 200 años (y para algunos de alrededor de 100). Esto muestra un visible contraste con el lapso promedio de alrededor de 1.000 años entre la elaboración original y la copia más remota de los escritos de los demás autores antiguos.

Esta confiabilidad se valora mejor al considerar otros documentos escritos por figuras históricas. Por ejemplo, si consideramos alguien tan famoso como el emperador romano Julio César, tenemos tan solo 10 documentos (reconstruidos) escritos por César, y con un lapso de alrededor de 950 años entre su vida y el documento encontrado.

Los descubrimientos arqueológicos en el Medio Oriente también han dado respaldo al relato bíblico. Las narraciones históricas de la Biblia son sumamente concretas, y en consecuencia muchos de sus detalles están disponibles para la investigación arqueológica. La alta crítica del siglo diecinueve hizo muchas declaraciones perniciosas que hubieran echado por tierra la integridad de la Biblia, pero la explosión del conocimiento arqueológico en el siglo veinte revirtió casi todas esas pretensiones.

Fuente: Bible Companion Handbook*, Kenneth Boa