Igual que Tomás de Aquino, William Paley creía que el diseño y el propósito evidentes en el universo implican la existencia de Dios. Sostuvo que de la misma manera que los mecanismos complejos de un reloj requieren de un diseñador inteligente, también lo requiere la complejidad del universo creado. Señaló el cuerpo humano como el principal ejemplo de algo cuya asombrosa complejidad necesitaba atribuirse a un diseñador.
El orden y la complejidad de nuestro universo, desde el nivel astronómico hasta la biología molecular, sugieren con fuerza la existencia de un creador inteligente. Centenares de científicos de primer nivel se han corrido actualmente desde el ateísmo a la creencia en Dios, porque es allí donde los lleva la evidencia científica.
Si nunca te habías tomado el tiempo para pensar realmente en esto, mira a tu alrededor en el mundo natural. Observa cómo funciona todo en forma coordinada. Infórmate sobre la complejidad de los animales, las aves, los peces, los insectos. Piensa en tu propio cuerpo, y en lo detallado y complejo que es. ¿Es posible que todo esto ocurriera por sí solo?